Entre el Aprismo y la incertidumbre

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Columna de Opinión

Andrés Aguilar

Las últimas elecciones internas del Partido Aprista Peruano, que tenían como finalidad elegir a los delegados del próximo XXIV Congreso Nacional Partidario, han generado lo que al parecer sería el mayor descontento de la historia entre compañeros, con resultados que dejan muchas lecciones y permiten visualizar grandes brechas entre la dirigencia actual con un número importante de militantes, quienes no solo fueron maltratados, sino marginados de un proceso que intentó camuflarse en la falsa “democracia interna”; el motivo, encontrarse en un padrón que a todas luces no coincidía con la real militancia, dejando algunos afuera de la elección por su juventud y a otros, vayamos a saber por qué razón, pese a ser compañeros adultos de larga trayectoria partidaria.

Este Congreso, que busca cambiar a las altas dirigencias, debía realizarse hace ya algunos años pero se venía aplazando bajo varias excusas que ocasionaron que la molestia del militante de a pie se acrecentara, no solo por continuas decisiones al margen de las bases partidarias con resultados ya conocidos, también por la acentuación en la desorganización de la institución que a todas luces no lograba encausar la labor social y política de muchos apristas en diferentes espacios por la confrontación con actitudes personalistas y poco fraternas de dichas autoridades que debían ya dar un paso al costado, pero seguían empecinadas en mantener su cuota de poder por intereses personales o de grupo.

Cuando el año pasado se anunciaba, al finalizar las elecciones presidenciales la convocatoria a grandes asambleas regionales, para analizar nuestra situación partidaria, muchos aplaudieron y se emocionaron dejando de lado la desazón de los resultados del 10 de Abril, pero fuimos unos cuantos los que protestamos cuando se anunció que se llevaría a cabo sin más un Congreso Partidario, que no vería cuestiones estatutarias y solo se orientaría al cambio de dirigencias a través de un número limitado de delegaturas en menos de dos meses y con fechas que solo buscaban jugar emocionalmente con el sentir de la militancia.
Las voces de protesta intensificaron y multiplicaron cuando se proclamaba una Comisión Organizadora para el mencionado Congreso generando denuncias primero por no cumplir algunos integrantes los requisitos mínimos, también por ser ésta comisión una imposición poco fraterna e irresponsable frente a la circunstancias que atravesábamos, llegando hasta acusaciones personales de dichos miembros que incidían en la falta de ética en el actuar personal previamente y la falta de autonomía con objetividad; a esto se añadió la designación de un Tribunal Electoral Nacional que se relacionaba desde su cabeza con la cúpula dirigencial, ambos órganos que debían velar por la correcta realización solo generaron mayores entrampamientos, presentando más de 3 postergaciones oficiales hasta renuncias sorpresivas faltando en algunos casos pocas horas para las supuestas fechas programadas.

Armando Villanueva del Campo no se sentiría orgulloso de saber que un evento que lleva su nombre dejó evidentes vicios de manipulación y en el camino a cientos de jóvenes desilusionados por no ser considerada su inscripción como válida, pese a que militan activamente en su añorado “Partido del Pueblo”; considerando lo difícil que es para un joven comprometerse en estos tiempos con el ejercicio político partidario y contra nuestra propia patria lo que viene aconteciendo en la institución que desde sus inicios enarboló las banderas de la democracia e instituyó como estandarte de revolución la educación y la participación de una juventud preparada dispuesta a tomar las riendas del destino de nuestra nación. Talvez olvidaron algunos dirigentes que la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA) fue fundada por jóvenes y por lo expuesto es triste evidenciar que un Congreso Partidario que ostenta el título del primer Secretario general de la Juventud Aprista Peruana (JAP) está ratificando el poco valor de la juventud en su seno.

El APRISMO merece una institución que realmente la represente desde su organización jerárquica, caso contrario forzará aún más el debilitamiento de su estructura histórica y obligará no solo a mayores divisiones si no a una posible refundación.