A estas alturas y con el gobierno de Pedro Castillo en la cima de su deconstrucción, para un sector de la población la vacancia puede ser la cura a la incapacidad permanente que representa el jefe de Estado.
La formula no sería del desagrado de un sector de la izquierda, que con la salida del profesor podría rescatar parte de su patrimonio electoral, muy venido a menos ahora que se enfrenta al ejercicio real del poder, en un gobierno sin liderazgo y completamente ajeno al discurso de transparencia en el uso de los recursos públicos y la reducción de la pobreza, a través de una mejor repartición de la riqueza. En suma, hay personas que han dejado de ser pobres en un país rico, lo malo es que se trata de un minúsculo grupo cercano a quien hoy pernocta en Palacio y despacha en el pasaje Sarratea.
La izquierda hasta podría ganar con la salida de Pedro Castillo. Podrían argumentar que la derecha «facistoide» tramó y concretó un golpe de Estado y eso impidió que un «gobierno del pueblo» pueda hacer las grandes reformas que se necesitan. A su vez, podrían sentirse aliviados del desprestigio que significaría que la pesadilla de estos 6 meses se extiendan hasta cumplir los 5 años del mandato presidencial.
El gobierno opaco de Castillo sigue contribuyendo a que las aspiraciones presidenciales de Verónika Mendoza o de cualquier otro líder de izquierda vuelvan a aterrizar en una victoria electoral. Deben los izquierdistas romper con Castillo y exigirle que deje de llamarse así mismo un gobernante de izquierda.
El domingo, en entrevista brindada a La República, Mirtha Vásquez señaló con mucha decepción que este era un momento muy crítico para la izquierda, debido a que desde el gobierno no se ha dado muestras de que pueden ser una opción, «con una propuesta nueva de gestión». La vacancia de Pedro Castillo podría ser una deseada bala de plata para sus socios ideológicos.